Cuando un club paga 15 millones para incorporarte a su disciplina significa que confían en ti. Cuando ese dinero es destinado a un entrenador, la confianza debe ser absoluta. André Vilas-Boas llegó a Stamford Bridge el pasado verano con la plena confianza del poderoso Roman Abramovich. Un proyecto que ya había caducado y de la mano del portugués debería comenzar la renovación.
Vilas-Boas siempre ha tenido las cosas claras, desde joven, cuando siendo un adolescente sugirió a Bobby Robson la titularidad de Domingos, su jugador fetiche, en el Oporto. Al llegar a Londres sabía el estado de la plantilla, la pérdida de ambición por el paso de los años de unos jugadores que se juntaron para ganar la Champions League pero que no lo lograron de la mano de Mourinho, Grant, Hiddink o Ancelotti. Pidió un cambio total del plantel pero era consciente de que no se podía hacer en una temporada, así que aceptó que se hiciera a lo largo de su contrato. Las carencias de la plantilla siempre han estado claras. El centro del campo siempre ha adolecido de creatividad, sólo musculo. Así que llegaron Mata y Meirelles, y por si acaso, Oriol Romeu, ADN blaugrana. El relevo para los Lampard, Mikel... estaba firmado. En la delantera Lukaku, con todo lo que ya había más un Fernando Torres que no había demostrado nada en los seis primeros meses como "blue".
Primeras jornadas, buenos resultados, la ilusión hacia un nuevo Chelsea crecía. Sin embargo, el juego plano no acababa de corregirse, ganando por pegada, como siempre en el Chelsea. La visita a Old Trafford el 18 de septiembre marcaría el resto de la temporada. Buena primera parte, pero la madurez del ManU hizo que los "blues" se fueran al descanso perdiendo 3-0. Injusto, pero nada que hacer. Torres, muy discutido desde que se pagaron 60 millones por él, marca un golazo tras el descanso y minutos después tuvo la ocasión de su vida. La falla y todo el mundo le recordará eso. Si hubiera entrado, el Chelsea habría sacado algo positivo en su visita a Manchester, pero no fue así.
Victorias fáciles en Premier, haciendo lo justo en la Champions, llegó de nuevo un partido ante un grande en Inglaterra. De nuevo, un buen partido, pero la debilidad de un equipo con dudas le llevó a caer 3-5 ante el Arsenal. Más dudas, más tembleque en las piernas y el "run-run" en Stamford Bridge. Dos partidos ante los más fuertes, dos derrotas, sin ser peor, pero derrotas.
En noviembre, todo parecido. El juego no mejora, pero para ganar a 15 equipos de la Premier le sobra. Liverpool, siguiente estación. El equipo de Kenny Dalglish tampoco fue superior, pero Johnson en los últimos minutos firmó la victoria "Red" por 1-2. El City, intratable, se queda muy lejos y todo pasa por Europa. Visita a Leverkusen y derrota en un córner en el último minuto, por lo que se lo tendrá que jugar todo en la última jornada ante el Valencia. Sólo vale ganar o empatar a cero. Un descalabro europeo sería difícil de digerir.
Vuelta a la Premier, sin problemas ante el Wolves. Pero la Carling Cup volvía a llevar al Liverpool a Stamford Bridge. En esta ocasión el Chelsea fue inferior, sin saber qué hacer ante un equipo que volvió a ganar por segunda vez en nueve días.
Vilas-Boas se enfrenta al periodo más duro como entrenador. El luso ha reconocido que la ansiedad ha llegado al público de Stamford Bridge, transmitida por los jugadores, o viceversa, que más da. Su encrucijada está en apostar por lo nuevo o por la vieja guardia, pero ante estados de ansiedad lo fácil es lo viejo. ¿Adiós al renovarse o morir? El partido ante el Valencia lo decide todo, ahí veremos por quién apuesta. Yo creo que las cartas están echadas.
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